Page 269 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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sona a Strauss. Yo era el capitán duro y severo. ¡O,
al menos, solía serlo! ¿Cómo iba a ser él nuestro...,
hum..., líder? ¿En qué aspecto?
—Entendía los secretos de la psiquis. Impuso
su visión cuando Dios os exploró a todos. Me refie‐
ro al Dios primitivo, antes de que descendiera en
un Hijo, un pájaro Espíritu Santo y un Diablo y qué
sé yo cuántas cosas. Y se olvidó de Quién era al
principio.
—¿Ese Dios que me ha postergado siempre,
por instigación de Strauss, manteniéndome confi‐
nado en un encierro psíquico? —dijo Jerónimo al
tiempo que escupía una pepita de naranja—.
¿También entiendes de esos secretos, Sean? Tú eres
el comecocos de la Tierra, ¿crees que Dios desea
que te comas el coco a Él?
Sean rió sin ganas.
—No será necesario. Está en todas partes, don‐
dequiera que vamos. Sólo que no es Su cerebro,
sino el nuestro. Este mundo es una proyección de
la psiquis de todos nosotros, pero la clase de pro‐
yección viene conformada por la visión de un
hombre en particular. Además, Jerónimo, yo no
soy un comecocos. La psiquiatría reconstructiva
asistida por máquinas dejó de utilizarse años antes
de vuestra partida. Yo soy un «endopsico», si te
importa la jerga. El terreno inconsciente, los arque‐
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