Page 277 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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bóveda, de donde salía la aguja de piedra, corno
secoya gigantesca fosilizada. Aunque procuraban
hablar en voz baja, la nave se llenó de un reflujo de
voces, de un coro de murmullos ocultos.
Al fondo de la nave uno hubiera esperado ver
el altar del Dios desconocido. Y, en efecto, algo ha‐
bía allí: una roca, un pedrusco. Avanzaron poco a
poco hacia él, cruzando la nave. Las leves pisadas
de sus pies desnudos resonaron en lo alto como
aletazos.
Aquella catedral estaba vacía, ¿en espera de
qué? ¿De fieles? ¡No era probable! Ya que, fuera,
todos «adoraban» desde luego al Dios, siendo
quienes eran, mediante su afán de magnetizados.
Sean sintió un escalofrío. Estar allí era como
volver a la hibernación. Era como si le hubiesen re‐
ducido a un tamaño microscópico y le hubieran ol‐
vidado en algún compartimiento frigorífico pro‐
piedad de un coloso ausente. Fuera quedaba el
mundo..., que tampoco era un mundo «real», sino
el mundo onírico del coloso, inconscientemente
proyectado en la realidad. Pero el gigante estaba
escondido. Aquello eran mitos, por debajo del nivel
de la proyección. Casi, pero no del todo. ¿Podía
existir algún nivel todavía más bajo? Una cripta en
donde se agazapaba el todopoderoso bulto predi‐
cho por Denise, dedicado a proyectar el mundo, y
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