Page 276 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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tonces necesita que Dios exista realmente fuera de

               él mismo, ¿no? Pues ya está. Aunque Dios le ponga

               a prueba como a Abraham, exigiéndole sacrificios...


               y todo por la fe. Sería fatal para él...

                      —...  Si  se  descubriera  un  mero  bulto.  Y  si  lo

               descubriéramos,  ¿qué  le  contaremos  a  Jerónimo?


               Le daremos una palmadita en la espalda y le dire‐

               mos  que,  naturalmente,  Dios  existe.  Aunque  sólo

               sea un bulto.


                      —Vamos a averiguarlo.

                      Una colina en forma de chaquetón azul se reve‐


               ló pronto como una coraza metálica de piedra lisa.

               Era  la  meta  más  obvia  adonde  dirigirse.  Desde  el

               cuello abierto que era la cima, se alzaba a gran altu‐


               ra  una  aguja  de  mármol  con  una  coronación  en

               forma  de  bote  de  pimienta.  El  botón  inferior  de


               piedra estaba desabrochado (un pedrusco azul ya‐

               cía a un lado), dejando una abertura que se aden‐

               traba en el estómago hueco de la montaña...




                      El interior de la colina hueca era una nave ca‐

               tedralicia  de  fría  roca  azul.  Gruesas  columnas  se


               elevaban desde el suelo hasta la bóveda. Tratábase

               de  una  construcción,  y  al  misma  tiempo  de  una

               gruta natural, las dos cosas a la vez, sin que fuese


               posible distinguir la una de la otra. La luz matutina

               entraba  por  la  abertura  en  la  parte  superior  de  la


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