Page 102 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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apuñalarlos mientras dormían. Pero tal vez no
estuvieran seguros de tener fuerzas suficientes para
conseguirlo, o también podía ser que no quisieran
ensuciarse las manos. En cualquier caso, Hernán
González había preferido la evasión antes que la
matanza. Había esperado a que su vigilante se
durmiera, había colgado una cuerda de una rama alta,
se había encaramado sobre ésta, se había echado al
cuello el que había de ser su último collar, había
saltado... y se había despedido de este mundo.
Habría apostado a que un destino semejante
aguardaba al segundo guía y a que no faltaría mucho
para que tuviesen que enterrarlo... como muy tarde, en
el quinto capítulo de la narración. En cualquier caso, la
expedición española estaba condenada al desastre. Me
levanté de la silla y me puse a caminar de un lado para
otro por la habitación. Había algo que me reconcomía.
Traté de ordenar mis ideas de manera racional. Si
esas notas llegaron a publicarse, se entendía que por lo
menos su autor debía de haber escapado con vida de
todos los peligros y había podido contar la historia
hasta el final y confiarla a un impresor. Las novelas de
aventuras en primera persona tienen siempre final feliz,
porque el protagonista ha de sobrevivir para escribirlas.
Indudablemente existen relatos cuyo héroe padece una
muerte espantosa, pero quienes escriben la historia son
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