Page 237 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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llevado a un buen final. Y yo seguía sus pasos, me
adentraba cada vez más en el abismo de esa historia. A
mi alrededor tan sólo había tinieblas; el grande y
luminoso rectángulo de la puerta, cuya presencia me
había tranquilizado hasta entonces porque me brindaba
una posibilidad de escapar, había desaparecido de mi
vista.
Lo único que me restaba era proseguir en el
descenso. Sólo dos párrafos me separaban del final del
capítulo.
Que al día siguiente nos acompañó la fortuna, porque
nuestra partida llegó a los confines de la selva y allí empezaba
un camino transitable, empedrado con magníficas piedras de
color blanco. Que había visto ya semejantes caminos en otros
lugares, pero éstos tenían siempre un final visible, se hallaban
en mal estado y la selva se había adueñado de ellos. Pero en
este caso parecía que el camino se hubiera construido hacía
uno o dos años, y los árboles llegaban tan sólo a cierta
distancia de él, por lo que tenía incluso los márgenes
despejados.
Que a dicho camino Juan Nachi Cocom lo llamó sacbé, y
dijo que era sagrado para los indios, y que entre ellos se
llamaba «senda del destino». Y que nosotros, antes de poner
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