Page 278 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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           sacbé nos sorbiera un poco de vida cada vez que nuestros pies

           rozaban sus piedras.


                  Que, al darme cuenta, requerí a nuestro guía Juan Nachi


           Cocom que nos diera una explicación del hecho, a lo que éste

           nos  respondió  que  los  antiguos  magos  de  su  pueblo  habían

           embrujado el camino, que él mismo no había estado nunca en


           aquellos parajes y que seguía tan sólo las indicaciones de los

           ancianos con quienes había hablado acerca de nuestro viaje.


           Que éstos le habían advertido contra la magia de la Senda del

           Destino, pero que él, por virtud de una plegaria a la Virgen

           María, había cobrado fuerzas suficientes para librarse de toda


           vacilación y sacudirse toda angustia; que temía, sin embargo,

           que  los  dioses  españoles  aún  no  hubieran  sido  capaces  de

           penetrar en la selva virgen y que, allí, el poder de los antiguos


           señores fuese todavía más grande que el de ellos.


                  Que  una  vez  más  tuve  que  confortarlo,  pero  que

           igualmente  lo  reconvine  y  le  aseguré  que  Nuestro  Señor


           Jesucristo  y  la  Santa  Madre  de  Dios,  estaban  en  todo

           momento con nosotros, mientras que los ídolos de los nativos

           no eran sino trozos de madera sin vida propia, condenados a


           pudrirse  y  a  caer  en  el  olvido.  Que  mis  palabras  causaron

           impresión en nuestro guía y que calló, y que me rogó tan sólo


           que  no  desdeñara  a  los  dioses  de  los  indios  en  tanto  nos

           halláramos en su reino y no nos protegieran las fortificaciones

           y los crucifijos del monasterio de Maní.





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