Page 279 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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Que, al caer el anochecer, se adueñó de nosotros un
temor cuyo motivo no nos sabíamos explicar y que no me veo
capaz de describir. Que aquel miedo ejerció tal poder sobre los
soldados, e incluso sobre Vasco de Aguilar y fray Joaquín, que
todos nosotros, en un mismo instante, sin haber mediado
palabra, nos detuvimos donde estábamos y plantamos un
campamento para aguardar a que despuntara el alba.
Que pasamos la noche en una gran zozobra, y que, a
pesar de hallarnos agotados por la larga marcha, ninguno de
nosotros logró conciliar el sueño. Que, por el contrario, nos
sumimos en una duermevela en el que una y otra vez nos
aterrorizaron unos extraños sonidos procedentes de la
espesura.
Que nos turbó, por encima de todo lo demás, el
portentoso y terrible grito de una bestia salvaje que no
conocíamos, y que se oyó no muy lejos del campamento, en la
espesura, y que nos recordó la voz del jaguar. Que me pareció
haber oído el mismo grito en mis sueños, mientras el mestizo
Hernán González se condenaba a los ojos de Dios, a la hora
del alba.
Aparté las páginas a un lado y me froté las sienes.
Poco a poco me había acostumbrado a la idea de que
existía una misteriosa conexión entre los
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