Page 51 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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lo ha transitado. Pero ¿quién?
Esta selva es un lugar misterioso, impenetrable,
donde crecen árboles desconocidos y maravillosos,
tronco tras tronco, y el escaso espacio libre que queda
entre sus raíces se puebla de arbustos y enredaderas. De
sus ramas nudosas penden frutos nada comunes y de
gran peso. El hombre que prueba uno de ellos recibe
una potencia sexual que le dura hasta edad avanzada,
mientras que el que muerde otro, muere allí mismo
entre horribles espasmos. Apenas visibles en la
espesura, pero a escasos metros, lo bastante cerca como
para olerías, se hallan flores gigantescas, henchidas de
color, cuyo aroma hace perder el sentido.
Es una selva que rebosa vida, en contraste con los
mustios pinares de los remotos cerros de España, con
los olivares que el sol ibérico ha dejado resecos, con los
bosquecillos miserables y esqueléticos de las latitudes
meridionales. La selva respira, se mueve; en ella bulle la
vida de día y de noche, persigue incansablemente a los
vagabundos con centenares de ojos: ojos de araña, ojos
de felino, ojos de ave...
La selva es la quintaesencia de la vida: en su
espesura contemplan la luz del mundo miles de
millones de criaturas recién nacidas, al mismo tiempo
que otros miles de millones mueren. Se devoran y se
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