Page 65 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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pequeña, debían de quedarle sólo veinte hombres, y no
parecía que hubieran avanzado para nada en el
cumplimiento de sus objetivos.
Lo que más me maravillaba era que, a despecho de
las numerosas bajas, no se les ocurriera ni al anónimo
capitán, ni a su compañero Vasco de Aguilar, ni al
monje franciscano, la posibilidad de interrumpir la
marcha y regresar a Maní, con las manos vacías, pero
también con unos pocos supervivientes. O, por lo
menos, para añadir refuerzos a unas filas cada vez más
menguadas.
¿Cómo era posible que un oficial endurecido y
probado en combate arriesgara ciegamente las vidas de
sus soldados, con tal de cumplir una orden cuyo
sentido y forma de ejecución ni siquiera comprendía del
todo? ¿Cómo podía explicarse su inflexible resolución?
Cabía la posibilidad de que aquel trío sirviera con
tanto fanatismo a la persona de fray Diego de Landa
como a la Iglesia católica, y que considerara indiscutible
la autoridad del franciscano. También podía ser que los
conquistadores se sintieran obligados para con él por
razones personales, o que confiaran en el futuro obispo
hasta el punto de que no osaran poner en duda sus
instrucciones. ¿Qué había hecho fray Diego de Landa
por ellos... o tal vez con ellos? ¿Acaso les habría salvado
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