Page 166 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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—Vamos a divertirnos un poco —dijo otro.


                   Scott sintió un acceso de pánico, pero el orgullo


            le  impidió  echar  a  correr.  Siguió  andando


            imperturbablemente hacia la acera.


                   Los  pasos  de  los  tres  jóvenes  se  hicieron  más


            rápidos.


                   —Eh,  ¿adonde  vas,  muchacho?  —oyó  que  le



            preguntaba uno de ellos.


                   —Sí, muchacho, ¿adonde vas? —dijo otro.


                   —¿Dónde está el fuego, hijo?


                   Hubo  una  risotada  general.  Scott  no  pudo


            evitarlo; aceleró el paso. Los jóvenes aceleraron el


            paso.


                   —Creo que no le gustamos —dijo uno de ellos.


                   —Eso sí que es una lástima —dijo otro.


                   Era  una  carrera.  Scott  tenía  el  estómago



            contraído. Pero no correría. No se escaparía de tres


            muchachos. Les miró de soslayo cuando empezaba


            a subir la cuesta que conducía a la acera. Estaban


            alcanzándole.  Vio  las  relucientes  puntas  de  sus


            cigarrillos  avanzando  hacia  él  como  saltarinas


            luciérnagas.


                   Le alcanzaron antes de llegar a la acera. Uno de



            ellos  le  agarró  por  el  brazo  y  le  impidió  seguir


            adelante.


                   —Suéltame —dijo él.


                   —¡Eh!,  chico,  ¿adonde  vas?  —le  preguntó  el






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