Page 161 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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—¿Qué estás intentando hacer, humillarme?
—Scott, fue idea tuya.
—Sólo porque tú no podías soportar tocarme.
—¡No es verdad!
―¿No?
—¡No! Hice todo lo que pude para…
—¡No soy un niño! ¡No puedes tratar mi cuerpo
como el de un niño!
Y Beth:
—Scott, ¿no ves que no lo entiende?
—¡Sigo siendo su padre, maldita sea!
Todas estas explosiones de cólera terminaban
igual: corría hacia el frío sótano, bajaba las escaleras
y se apoyaba en el frigorífico, respirando
entrecortadamente, con los dientes apretados y las
manos cerradas.
Transcurrían los días, y una tortura se sumaba a
la otra. Le estrechaban los trajes…, los muebles
crecían, se hacían menos manejables. Beth y Lou
crecían. Los problemas financieros crecían.
—Scott, tengo que decírtelo: no sé cómo vamos
a seguir viviendo con cincuenta dólares a la
semana. Tenemos que comer, vestirnos, pagar la
casa… —su voz se desvaneció; meneó la cabeza con
angustia.
—Supongo que lo que quieres es que vuelva al
periódico.
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