Page 228 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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en el suelo y lanzar manchas de barro a los cristales.
Su rostro era una máscara de inexpresividad y
derrota. No debería llover —le dijo su mente—. No
debería llover.
Hipó. Después, con un suspiro de resignación,
bajó de las cajas y se dirigió con paso vacilante hacia
la silla. «¡Oh, querida silla naranja!», saludó a la
silla. Se sentó en ella y —¡uf!— manoteó la botella
de whisky justo cuando se caía al suelo. «¡Oh,
querida botella!». Se rio tontamente.
El sótano bailaba ante sus ojos. Inclinó la botella
y dejó que el whisky se deslizara por su garganta,
quemándole el estómago.
Cerró los ojos. «¡Estoy bebiendo a Catherine!»,
gritó airadamente en su interior. «La he destilado,
he sintetizado sus muslos, su pecho, su estómago y
sus dieciséis años en este licor, que estoy
bebiendo… así». Su garganta se movió
convulsivamente, mientras el whisky bajaba por
ella. «Te estoy bebiendo…, la estoy bebiendo».
«Estoy borracho, y pienso seguir estándolo», se
dijo. Se preguntó la razón de que no se le hubiese
ocurrido antes. Aquélla botella que tenía en aquel
momento entre las manos llevaba tres meses en el
armario y, antes de entonces, dos meses en el
antiguo apartamento. Cinco meses de abandono.
Acarició la botella de cristal marrón; la besó
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