Page 224 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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de la puerta del sótano, con los labios apretados y


            los ojos clavados en la cerradura.


                   Tragó  saliva.  «¿Acaso  lo  sabe?»,  se  preguntó.


            Durante un instante de locura sintió la tentación de


            correr hacia la puerta y gritar: «¡Ven aquí, ven aquí,


            hermosa niña!». Le temblaron los labios al reprimir


            el deseo.



                   La muchacha pasó frente a la ventana. Él se la


            comió  con  los  ojos,  como  si  fuera  lo  último  que


            vería. Después desapareció, y él se sentó encima de


            las cajas, de espaldas a la pared. Se miró los tobillos


            y vio que su anchura era similar a la de la porra de


            un guardia. Oyó una puerta que se cerraba, y los


            pasos de la muchacha en el piso superior.


                   Se sintió agotado. Le pareció que si se relajaba


            una pizca más, su cuerpo se deslizaría a lo largo de



            las cajas como jarabe en una copa de helado.


                   No  habría  podido  decir  cuánto  tiempo


            permaneció así, cuando oyó el chirrido de la puerta


            trasera al abrirse y el portazo que dio al cerrarse. Se


            sobresaltó y volvió a levantarse.


                   Catherine  pasó  frente  a  la  ventana,  con  la


            cadena  de  una  llave  colgando  de  sus  dedos.



            Contuvo  la  respiración.  ¡Había  rebuscado  en  los


            cajones del escritorio hasta encontrar las llaves de


            repuesto!


                   Bajó  del  montón  de  cajas  dando  un  salto,  y






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