Page 234 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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colgando, blancos y pesados. Después se incorporó
y salió de la habitación.
Él se desplomó sobre los talones y tuvo que
agarrarse a la barandilla para no caerse, pues las
piernas se negaban a sostenerle. Cogido con fuerza,
temblando bajo la lluvia, fijó una mirada
inexpresiva en el vacío.
Al cabo de un minuto bajó las escaleras a
trompicones y se dirigió nuevamente hacia la
ventana del sótano. Se introdujo por ella y la cerró
por dentro. Le castañeteaban los dientes y temblaba
convulsivamente.
Más tarde, se quitó la ropa y la colgó de la estufa
para que se secara. Se quedó junto al depósito de
combustible, con sus altas botitas de bebé y un
jersey alrededor de los hombros, mirando hacia la
ventana. Y, finalmente, cuando ya no pudo resistir
la presión, la quietud o los pensamientos un
segundo más, empezó a dar patadas a la caja de
cartón. No dejó de hacerlo hasta que le dolió la
pierna, y uno de los lados de la tapadera se rompió
completamente.
—Pero ¿cómo has podido resfriarte? —
preguntó Lou, con una voz en la que se adivinaba
una nota de exasperación.
Él le contestó en una voz nasal y profunda:
—¿Qué otra cosa esperabas, estando como estoy
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