Page 273 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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Lou y él; nada. ¿Por qué no podía quedarse con
Clarice desde aquel mismo instante? A Lou no le
importaría. Se alegraría de librarse de él. Se…
«Se asustaría», pensó.
Con un suspiro de preocupación, dejó el vestido
encima de la cama y se levantó. Atravesó todo el
remolque, abrió la puerta, bajó los escalones e inició
el camino de regreso, envuelto por la fría y oscura
noche. «Se lo diré», pensó. «Se lo diré, y volveré».
Pero cuando llegó a la acera y la vio junto al
coche, le invadió la desesperación. ¿Cómo iba a
tener el valor de decírselo? Tuvo un momento de
vacilación; después, al ver que unos cuantos
muchachos salían de los terrenos de la feria, se
internó en la calle.
—Eh, ¿no es una monada? —oyó decir a uno de
ellos.
—¡Scott!
Lou corrió hacia él y, sin más palabras, le cogió
por un brazo, con el rostro inquieto y airado. Volvió
al coche y abrió la portezuela con la mano que tenía
libre.
—¿Dónde has estado? —le preguntó.
—Paseando —contestó él.
¡No! —le gritó su mente—. ¡Díselo! ¡Díselo! Una
visión le asaltó; Clarice medio desnuda, gritándole:
«¡Díselo!».
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