Page 276 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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Él tragó saliva rápidamente, coléricamente. ¿Por


            qué  tenía  que  sentirse  como  un  necio,  como  un


            insignificante necio? Antes le había parecido algo


            vital; ahora le parecía absurdo y fútil.


                   —¿Dónde piensas quedarte, Scott? —preguntó


            ella, empezando a impacientarse.


                   Él  alzó  los  ojos  y,  con  el  rostro  inexpresivo,



            insistió sin convicción:


                   —Quiero quedarme con… ella —dijo.


                   —Con…


                   Lou  le  miró  fijamente  y  él  bajó  la  vista,  para


            clavarla  en  la  amplia  pernera  del  pantalón  de  su


            esposa. Hizo rechinar los dientes y sintió un agudo


            dolor a lo largo de la mandíbula.


                   —Hay una mujer —dijo, sin alzar los ojos hacia


            ella.



                   Lou guardó silencio. Él la miró. A la luz de un


            lejano farol pudo ver el brillo de sus ojos.


                   —¿Te  refieres  a  la  enanita  del  espectáculo


            secundario?


                   Él se estremeció. La forma que tuvo de decirlo,


            el sonido de su voz, hicieron que su deseo pareciera


            vil. Se mordió con fuerza el labio superior.



                   —Es una mujer muy amable y comprensiva —


            dijo—. Quiero quedarme un rato con ella.


                   —Querrás decir toda la noche.


                   Él echó la cabeza hacia atrás.






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