Page 369 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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comprendió  en  aquel  momento.  Antes  había


            seguido viviendo porque había seguido esperando.


            Era lo que mantenía con vida a la mayoría de los


            hombres.


                   Pero  en  aquel  momento,  en  las  horas  finales,


            incluso  la  esperanza  se  había  desvanecido.  Sin


            embargo, podía sonreír. En un punto desprovisto



            de  esperanza  había  encontrado  la  satisfacción.


            Sabía que había luchado, y no lamentaba nada. Y


            aquélla  era  la  victoria  completa,  porque  era  una


            victoria sobre sí mismo.


                   —He librado un gran combate —dijo.


                   Le  pareció  una  frase  ridicula.  Se  sintió  casi


            avergonzado. Después desechó la vergüenza. Era lo


            único que le quedaba. ¿Por qué no iba a proclamar


            la amarga dulzura de su orgullo?



                   Lo gritó al universo entero.


                   —¡He librado un gran combate! —Y en voz más


            baja, añadió—: Al demonio con todo.


                   Esto  le  hizo  reír.  Su  risa  fue  un  debilísimo  e


            inaudible sonido en la vasta y oscura tierra.


                   Era maravilloso reír, y también era maravilloso


            dormir bajo las estrellas.



                   17.


                   Como otra mañana cualquiera, sus párpados se


            alzaron,  sus  ojos  se  abrieron.  Permaneció  un


            momento  con  la  mirada  perdida  en  el  vacío  y  la






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