Page 367 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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invadido  por  las  sombras,  a  toda  velocidad  al


            doblar la esquina, y después unos dos kilómetros


            en  línea  recta.  Se  deslizó  como  un  minúsculo


            insecto a lo largo del tablón, y corrió hasta quedarse


            sin aliento. Entró entonces en una zona de radiante


            luz. Se detuvo, jadeante, con el pecho sacudido por


            su  respiración  entrecortada.  Permaneció  un



            momento  inmóvil,  con  los  ojos  cerrados,  y  sintió


            que  el  viento  le  azotaba  la  cara.  Cerró  los  ojos  y


            olfateó su aroma dulce y limpio. «Afuera», pensó.


            La  palabra  fue  aumentando  en  su  cerebro  hasta


            borrar  todo  lo  demás  y  convertirse  en  la  única


            palabra existente. Afuera. Afuera. Afuera.


                   Con mucha lentitud, con mucha calma, con una


            dignidad  propia  del  momento,  trepó  los  pocos


            centímetros que le separaban del cuadrado abierto



            en la ventana, se encaramó al borde de madera y


            dio  un  salto.  Cayó  de  pie  sobre  el  camino  de


            cemento y descansó.


                   Permaneció  unos  momentos  en  el  límite  del


            mundo, observándolo.


                   Se hallaba acostado sobre un mullido colchón


            de hojas secas y rizadas, cubierto por otras hojas,



            con la casa a sus espaldas protegiéndole del viento


            nocturno. Estaba caliente y bien alimentado. Había


            encontrado  un  plato  lleno  de  agua  debajo  del


            porche y había bebido todo cuanto quiso. Ahora se






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