Page 366 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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Se levantó y echó a correr a través del desierto


            en  sombras.  Al  cabo  de  un  rato,  pasó  junto  a  la


            silenciosa  figura  de  la  araña.  No  se  detuvo  a


            mirarla; ya había perdido su importancia. Sólo era


            un paso que ya estaba dado, y que proporcionaba


            el terreno para el siguiente. Sólo se detuvo una vez,


            para coger un trozo de pan y metérselo en el abrigo



            de esponja. Después siguió corriendo.


                   Cuando llegó a la telaraña, descansó un rato y


            empezó a trepar. El cable estaba pegajoso. Tuvo que


            hacer un esfuerzo para trasladarse al siguiente. La


            telaraña tembló y se balanceó bajo su peso cuando


            pasó junto al escarabajo, sin mirarlo, respirando por


            la boca abierta.


                   Y su agitación siguió en aumento. De repente


            todo  le parecía lógico,  como  si las  cosas  tuviesen



            que          ocurrir             justamente                 de        aquel            modo.


            Comprendía  que  podía  ser  la  racionalización  del


            deseo, pero le era imposible pensar de otro modo.


                   Llegó  a  la  cima  de  la  telaraña  y  trepó


            rápidamente al estante de madera que corría a lo


            largo de la pared. A partir de aquel momento podía


            correr, y fue lo que hizo, pisando con fuerza y con



            ritmo y haciendo caso omiso del dolor que sentía en


            la rodilla; ya no importaba.


                   Corrió tan aprisa como pudo la distancia de tres


            cuadras en aquella dirección, a lo largo del camino






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