Page 920 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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duro y feliz diversión, manos habilidosas dando forma a

           la madera, al hueso, al cuero, al metal, a la piedra, los días


           sagrados cuando la gente hacía ofrendas a los dioses y lo

           festejaba…  Cuando  crecías  te  llevaban  con  ellos  y  te

           enseñaban el carro que usaba Niaerdh, cubierto para que


           nadie la viese; llevabas una guirnalda de hojas perennes

           y  arrojabas  las  flores  del  año  anterior  a  su  paso  y  le

           cantabas con tu voz aguda; era alegría y renovación, pero


           también adoración y un silencioso terror subterráneo…


                 Edh creció. Poco a poco le asignaron nuevas tareas


           que  la  llevaron  más y más lejos.  Recogía  ramitas  secas

           para el fuego, hierbas y rubia para tintes, bayas y flores

           de temporada. Más tarde iba con un grupo al bosque a


           recolectar frutos secos y a la playa en busca de conchas.

           Más  tarde  aun,  primero  con  un  cesto  y  un  año  o  dos

           después con una hoz, ayudó a cosechar los campos del


           sur.  Los  muchachos  pastoreaban  el  ganado,  pero  a

           menudo  las  chicas  les  llevaban  comida  y  podían  pasar

           juntos la mayor parte de un largo, largo día de verano.

           Aparte de esos breves pero agitados momentos del año,


           la gente rara vez tenía razón para apresurarse. Tampoco

           temían otra cosa que a la enfermedad, la magia venenosa,

           los seres nocturnos y la furia de los dioses. No había ni

           osos  ni  lobos  en  Eyn,  y  ningún  enemigo  había  llegado


           desde que se tenía memoria hasta aquella pobre región.

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