Page 954 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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beneficiarme de la paz y de su agradecimiento.
Persuadirlos había sido más complicado que lo
relatado, pero no mucho más. De hecho, los rebeldes
estaban cansados y descorazonados. El godo podría
conseguir acceso personal al comandante imperial.
Podría hacer algún bien y apenas causar mal. Cuando los
heraldos hubieron llevado la petición, la facilidad con la
que se habían establecido los preparativos sorprendió a
los germanos. Everard lo había esperado. Sabía mejor que
ellos, por Tácito y por el reconocimiento aéreo, lo mal que
también lo pasaban los romanos.
—¡Lo sé! —contestó Cerial—. Excepto que no dijeron
qué ganabas tú. Muy bien, hablaremos. Te lo advierto,
vuelve a dar tantos rodeos y te echo de una patada.
Siéntate. No, primero sírvenos vino. Hace que este país
de ranas sea algo menos horrible.
Everard llenó dos copas de plata con una elegante
licorera de vidrio. El asiento que tomó era igualmente
agradable, y la bebida sabía bien, aunque algo demasiado
dulce para su gusto. Todo aquello debía de haber
pertenecido a Civilis. A la civilización.
Nunca me han gustado los romanos, pero traen otras cosas
con ellos aparte del comercio de esclavos, impuestos para los
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