Page 992 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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reconociera.  Realmente  se  encontraba  en  una  zona

           extraña del bosque. No había animales en la maleza ni


           cantaban los pájaros en la espesura, sólo el viento agitaba

           las copas y arrancaba hojas muertas. No crecían ni nueces

           ni bayas, ni siquiera setas, sólo musgo sobre los troncos


           caídos y las piedras. Las nubes ocultaban el sol, por el que

           hubiese podido guiarse. Desesperado, fue de un lado a

           otro.



                 Luego,  al  anochecer,  encontró  una  fuente.  Se  echó

           sobre el vientre para calmar el ardor de la sed.




                 Eso le devolvió la serenidad y miró a su alrededor

           Había entrado en un claro desde el que podía ver el cielo

           que se despejaba. Con un azul violeta relucía la estrella

           del crepúsculo.



                 —Nehalennia —rezó—, ten piedad. A ti te ofrezco lo


           que debía haber entregado voluntariamente. —Sediento

           como estaba, le había sido imposible comer. La esparció

           bajo los árboles para cualquier criatura a la que pudiese


           ayudar. Se echó a dormir al lado de la fuente.



                 Durante la noche se desató una tormenta. Los árboles

           se agitaron y resistieron. Los ramas se soltaron al viento.

           La lluvia caía como lanzas. Gutherius buscó a ciegas un

           refugio. Dio con un tronco que por el tacto sintió hueco.



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