Page 18 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 18
Él pensó si debía mentir o decirle la verdad. Souza
llevaba ya ocho días hospitalizado; por lo tanto, no debía
estar al corriente ni tendría manera de comprobar si le
decía la verdad. Por ello le mintió:
‐Quince.
‐En tal caso... ‐Souza hizo una fatigosa pausa, mirando
fijamente hacia el techo, sin volver ni por un momento los
ojos hacia Nicholas, como si se sintiese avergonzado‐.
Aún podemos alcanzar el cupo previsto.
‐¿A mí qué me importa si lo alcanzamos o no? ‐repuso
Nicholas. Conocía a Souza, con el que había estado
encerrado allí en el Tom Mix desde hacía quince años, o
sea todo el tiempo que duraba la guerra‐. Lo que de veras
me importa es saber si...
Santo Dios, había metido la pata; la cosa ya no tenía
remedio.
‐Saber si saldré de aquí, ¿no es eso? ‐susurró Souza.
‐No, hombre. Lo que yo quería decir, era que cuándo
saldrás.
Estaba furioso por la plancha que había cometido. Y
entonces vio a Carol de pie a la puerta de la habitación,
enfundada en su bata blanca que le daba un aspecto muy
profesional, calzando zapatos de tacón bajo y llevando su
tabla de anotaciones donde, sin duda, estaba la gráfica de
Souza. Sin pronunciar palabra Nicholas se puso en pie, se
apartó de la cama, pasó junto a Carol y salió al corredor.
Ella le siguió, se reunió con él en el corredor vacío y dijo:
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