Page 227 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 227

La penúltima verdad                           Philip K. Dick   227


           pasaron la información ‐prosiguió, esta vez ya más dueño

           de sí mismo.


              ‐¡Vaya!

              ‐¿Es eso todo cuanto tiene que decir? Verne Lindblom

           era... ‐Brose  dio  un  bufido;  luego  se  sonó  la  nariz  y  se


           limpió  los  ojos  y  la  boca  con  sus  dedos  fláccidos  y

           húmedos‐. Ahora óigame bien, Foote; préstenle atención.

           Enviará usted a California un comando compuesto por


           sus  mejores  hombres,  a  la  mansión  de  Joseph  Adams,

           para evitar que éste sea el próximo de la lista.

              ‐Pero ¿por qué Adams?


              Foote ya lo sabía, pero quería oír la respuesta de Brose.

           Los colaboradores del proyecto especial, cuya existencia


           conocía,  aun  ignorando  su  naturaleza,  estaban  siendo

           eliminados  uno  a  uno.  Brose  lo  había  comprendido  lo

           mismo que Foote. Con su anticuada estilográfica, Foote


           hizo la siguiente anotación: Com. para C. de A. Ahora.

              ‐No me pregunte usted el porqué ‐contestó con su voz


           cascada‐. Limítese a hacer lo que le ordeno.

              Con envarada corrección británica, Foote repuso:

              ‐Lo  haré  inmediatamente.  Iré  personalmente  a  la


           mansión de Lindblom y enviaré a mi mejor comando para

           proteger  a  Adams.  A  partir  de  ahora  lo  protegeremos

           constantemente, a  menos que haya sido  ya  aniquilado,


           naturalmente. Supongo que, al igual que Lindblom...

              ‐Todos ellos llevan aparatos de alarma ‐le interrumpió

           Brose con voz chillona‐. Eso significa que Adams aún está




                                                                                                             227
   222   223   224   225   226   227   228   229   230   231   232