Page 228 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 228
vivo, pero no lo estará mucho tiempo si no van ustedes
allí en seguida. Los hombres de mi organización ya no
cuentan con protección suficiente. Cuando acabó la
guerra todos nos sentíamos seguros; ya sé que los robots
han tenido alguna que otra escaramuza por cuestiones de
lindes, pero esto es muy distinto... esto es una guerra... ¡la
guerra ha empezado de nuevo!
Webster Foote asintió cortésmente, cortó la
comunicación y acto seguido llamó a la sucursal de Los
Angeles para que enviaran inmediatamente un comando
de cuatro hombres. Luego subió a la azotea del edificio de
su empresa, seguido por dos de sus robots especialmente
adiestrados, portadores de pesadas maletas que
contenían equipo de detección.
En la azotea le esperaba un viejo volador pesado de gran
velocidad, que durante la guerra pasada había
pertenecido al Ejército. El mismo Foote había puesto en
marcha los motores desde su despacho por mando a
distancia. Él y sus dos robots subieron al aparato, y poco
después iniciaban la travesía del Atlántico.
Foote estableció contacto por videófono con la Agencia
de Yance en Nueva York, donde le facilitaron la ubicación
exacta de la mansión de Lindblom, que estaba en
Pennsylvania. Llamó también por videófono a su propio
cuartel general de Londres, solicitando que le mostrasen
directamente en pantalla el expediente de Verne
Lindblom, hombre de Yance, para poder examinarlo y
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