Page 222 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 222
perfectamente, y en seguida se inició la fase siguiente. La
máquina no podía titubear después de haber localizado
el corazón del durmiente: tenía que actuar ahora o nunca.
Abriendo una compuerta superior, disparó un dardo
autopropulsado con punta de cianuro. Desplazándose a
bajísima velocidad, para poder efectuar correcciones de
su trayectoria en la última fracción de segundo, el dardo
descendió desde la máquina erguida, se desvió
ligeramente cuando las señales emitidas desde ésta le
indicaron que era necesaria una pequeña variación de
rumbo... y por último la aguja del dardo se clavó en el
pecho del hombre dormido.
Al instante, el dardo inyectó su carga de veneno.
El hombre murió sin llegar a despertar:
Al mismo tiempo, una cinta complicada, pero
extraordinariamente delgada, como un alambre de oro,
que rodeaba la garganta del hombre y contenía varios
transistores y diodos que emitían ondas detectoras, lanzó
una serie de señales que al instante fueron captadas por
un aparato más voluminoso, oculto en la parte inferior
del lecho. Dicho aparato, activado por la señal del collar,
emitida tan pronto como cesaron la circulación sanguínea
y el pulso, lanzó al instante sus propias señales.
Sonó una estentórea sirena que hizo retemblar la
habitación. En todos los puntos de la residencia se
pusieron en actividad inmediata los robots, acudiendo a
toda velocidad hacia el dormitorio del primer piso. Otra
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