Page 24 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 24
La penúltima verdad Philip K. Dick 24
la palabra, según me comunican. Y luego habrá un
coloquio.
Colgó el micrófono en su soporte con una sensación de
derrota. Era un momento muy poco apropiado para
difundir malas noticias entre la población. Y a eso se
sumaba la gravedad de Souza, el cupo insuficiente y la
reunión que tenía que convocar...
‐Yo no puedo abandonar a mi paciente ‐dijo Carol.
Muy agitado, Nunes replicó:
‐Pues yo tengo órdenes de reunir a todo el mundo,
doctora.
‐En ese caso ‐dijo Carol, con aquella superlativa
inteligencia por la que Nicholas la temía y la adoraba al
mismo tiempo‐, el señor Souza tendrá que levantarse y
asistir también, si usted quiere que las órdenes se
cumplan al pie de la letra.
Aquellas palabras surtieron el efecto deseado: Nunes,
pese a toda su rigidez burocrática y su determinación casi
neurótica de cumplir a rajatabla las órdenes que le
transmitían, acabó por bajar la cabeza.
‐Muy bien, puede usted quedarse. ‐Volviéndose a
Nicholas, añadió‐: Vámonos.
Empezó a caminar, agobiado por su responsabilidad; su
cometido primordial consistía en velar por la lealtad de
los habitantes del tanque, del que Nunes era comisario
político.
24

