Page 28 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   28


           de televisión, y el locutor expresaba en voz alta lo que

           todos pensaban.


              ‐Esto... era Detroit el diecinueve de mayo del año del

           Señor de dos mil veinticinco. Amén.

              Una  vez  roto  el  escudo  defensivo  que  protegía  la


           ciudad, sólo requirió unos segundos irrumpir en ella y

           aniquilarla.

              Detroit  se  había  conservado  intacta  durante  quince


           años. El Mariscal Harenzany, reunido en el protegidísimo

           Kremlin  con  el  Soviet  Supremo,  podía  ordenar  a  un

           pintor que pintase, como símbolo de un disparo perfecto,


           una  pequeña  esfera  en  la  Sala  del  Consejo.  Habían

           borrado del mapa una ciudad más de los Estados Unidos.


              Y  en  el  cerebro  de  Nicholas,  horrorizado  al  ver

           decapitada  una  de  las  pocas  capitales  restantes  de  la

           civilización occidental ‐en la que él creía sinceramente y a


           la que amaba‐, se insinuó de nuevo el solapado y egoísta

           interés  personal.  Esto  significa  una  mayor  cuota  de


           producción. Había que producir más bajo tierra, a medida

           que sobre ella quedaba cada vez menos.

              Nunes murmuró entre dientes:


              ‐Supongo  que  ahora  Yancy  explicará  cómo  ocurrió

           todo. Por tanto, estemos preparados.

              Por  supuesto,  Nunes  tenía  razón;  el  Protector  nunca


           daba su brazo a torcer. Era inflexible como una tortura,

           cualidad que Nicholas admiraba mucho en él, y aquella







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