Page 25 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 25
Cinco minutos después Nicholas Saint‐James, serio y
envarado, ocupaba el sillón del presidente, ligeramente
más alto que los demás, en la primera fila de Wheeling
Hall. A sus espaldas estaba reunida toda la población,
entre susurros y pasos furtivos. Todos, incluso él mismo,
contemplaban la pantalla que abarcaba desde el suelo
hasta el techo. Aquélla era su ventana abierta al mundo
exterior ‐su única ventana‐, y siempre se tomaban muy en
serio lo que aparecía sobre la gigantesca superficie.
Nicholas se preguntó si Rita habría oído la convocatoria
o si aún estaría tranquilamente en la ducha, llamándole
de vez en cuando sin recibir respuesta.
‐¿Qué tal sigue el viejo Souza? ‐susurró Nunes al oído
de Nicholas‐. ¿Ha experimentado alguna mejoría?
‐¿Con una pancreatitis? Vamos, tú bromeas.
Aquel comisario era idiota.
‐He enviado quince memorándums a la superficie ‐dijo
Nunes a continuación.
‐Y ninguno de esos quince ‐dijo Nicholas‐ contiene la
petición oficial de un páncreas artiforg que Carol podría
injertarle quirúrgicamente, ¿no es eso?
‐Yo solamente pedí que se suspendiese la inspección ‐
dijo Nunes, como excusándose‐. Nick, la política es el arte
de lo posible; podremos conseguir una suspensión, pero
no nos darán un páncreas artificial; es imposible
obtenerlo. No nos queda más remedio que descartar a
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