Page 26 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 26
Souza y ascender a uno de los técnicos más capacitados,
como Winston o Bobbs, o...
De pronto la gran pantalla comunal pasó del gris opaco
a un blanco resplandeciente. Por el sistema de altavoces,
una voz dijo:
‐Buenas noches.
Las mil quinientas personas reunidas en Wheeling Hall
murmuraron a su vez:
‐Buenas noches.
Aquello era un mero formulismo, pues no había
receptor que captase aquellas palabras y las enviase a la
superficie; las líneas sólo transmitían desde la superficie
hacia abajo.
‐Boletín informativo ‐siguió diciendo la voz del locutor.
Apareció una foto fija en la pantalla: mostraba unos
edificios captados en plena desintegración. Acto seguido
la cinta de video se puso en marcha y los edificios, con
rugido semejante a un odioso redoble de tambores
distantes y extraños, se desmoronaron hechos polvo; su
lugar fue ocupado por una humareda y, semejantes a un
ejército de hormigas, innumerables robots salieron de
Detroit, corriendo en todas direcciones, como si huyeran
del interior de un tarro volcado. Pero unas fuerzas
invisibles los iban aniquilando sistemáticamente.
La banda sonora aumentó el volumen; los tambores
parecieron acercarse y la cámara, instalada sin duda en
un satélite espía de la Wes‐Dem, enfocó un gran edificio
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