Page 31 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 31
‐Cada día que pasa ‐siguió diciendo Yancy con orgullo,
un orgullo bueno y razonable‐ somos más fuertes, en vez
de debilitarnos. Vosotros sois más fuertes.
Y al pronunciar estas palabras parecía que miraba
directamente a Nicholas, a Carol, a Dale Nunes, a Stu y
Rita y a todos los reunidos en el Tom Mix, a todos y a cada
uno de ellos con la sola excepción de Souza, que estaba
muerto. Cuando estás muerto, pensó Nicholas, nadie, ni
siquiera el Protector, puede decirte que eres cada vez más
fuerte. Y tu muerte ha sido un poco la muerte de todos
nosotros. A menos que podamos obtener ese páncreas al
precio que sea, aunque proceda de turbios traficantes del
mercado negro que lo hayan robado de un hospital
militar.
«Tarde o temprano ‐se dijo Nicholas‐, aunque la ley lo
prohiba, tendré que subir a la superficie».
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Cuando la gigantesca imagen de Talbot Yancy con sus
férreas facciones se esfumó de la pantalla y ésta volvió a
su gris opalino, el comisario Dale Nunes se levantó de un
salto y, volviéndose a los reunidos, dijo:
‐Quien desee hacer alguna pregunta, puede formularla
ahora.
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