Page 48 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 48
representan las pilas de recambios para robots. El
necesitará media hora para poner fin a la pelea. Y eso le
dará a usted el tiempo suficiente.
‐¿Quieren café? ‐dijo Nicholas, volviendo a la cocina.
‐Tiene que ser hoy ‐continuó Jorgenson.
Sin responder, Nicholas se tomó otro café. Y deseó
hallarse en el cuarto de baño, encerrado donde ni su
mujer ni su hermano ni su cuñada, y menos que nadie
aquella comisión, pudieran llegar a él. Ni siquiera Carol,
pensó. Por un momento deseó ir y encerrarse en el cuarto
de baño, para sentarse y meditar allí en soledad y en
silencio.
Así quizá se le ocurriría algo que hacer. Y se encontraría
a sí mismo. No a Nicholas Saint‐James, presidente del
tanque‐hormiguero Tom Mix, sino a sí mismo, al hombre,
y así acaso sabría de verdad si el comisario Nunes tenía
razón y si la ley era la ley. O si quien tenía razón era Carol
Tigh, y si había algo falso o equivocado, que ella hubiese
descubierto con su colección de grabaciones de los
discursos de Yancy pronunciados el año anterior. «Coup
de grace ‐pensó‐. Efectivamente, eso puede ser para mí: el
golpe de gracia, la puntilla».
Regresó para enfrentarse con la comisión de
extremistas, llevando la taza de café en la mano.
‐Conque tiene que ser hoy ‐dijo, repitiendo las palabras
de Jorgenson, hombre que no le caía particularmente
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