Page 49 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 49
simpático. Era un tipo corpulento, de cuello de toro, rudo
y aficionado a la cerveza.
‐Se ha de hacer lo antes posible ‐terció el llamado Haller
hablando en voz baja, pues había notado la presencia de
Rita, quien se estaba arreglando el peinado ante el espejo
y le ponía nervioso... A decir verdad, todos cuantos
formaban parte de la comisión estaban nerviosos. Se veía
a la legua que le tenían miedo al policía, al comisario
político. Pero de todos modos habían tenido arrestos
suficientes para acudir a Nicholas.
‐Permítanme que les exponga la situación en lo que se
refiere a los artiforgs ‐empezó a decir éste, pero Flanders
le interrumpió en seguida.
‐Sabemos cuanto hay que saber. Todo cuanto deseamos
saber. Oiga, presidente; estamos al tanto del complot que
ellos han tramado.
Los seis o siete miembros de la comisión lo fulminaron
con miradas nerviosas, en las que se leía cólera y
frustración; el pequeño cubículo ‐en realidad, de
dimensiones standard‐ que servía de vivienda a Nicholas
se cargó con una atmósfera de desasosiego.
‐¿Quiénes son ellos? ‐preguntó Nicholas.
Respondió Jorgenson:
‐Los mandamases de Estes Park. Los que lo llevan todo.
Los que ordenan a las sabandijas como Nunes a quién
tienen que enchiquerar.
‐¿Y en qué consiste ese complot?
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