Page 79 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   79


              ‐Usted no lo entiende ‐dijo Brose al ver su expresión‐.

           Dígaselo, Lindblom.


              Verne Lindblom obedeció:

              ‐La  sucesión  de  los  acontecimientos  será  ésta:  Hig,  o

           cualquier otro miembro del equipo de Runcible que esté


           supervisando  el  trabajo  de  los  robots  y  de  las  grandes

           excavaciones automáticas, descubrirá la presencia de los

           artefactos y se lo comunicará a Runcible. Y sin tener en


           cuenta su valor, y saltándose a la torera las leyes de los

           Estados Unidos...

              ‐¡Ah,  claro! ‐exclamó  Adams.  Runcible  sabría


           perfectamente que, si comunicaba el hallazgo al Gobierno

           de  Estes  Park,  aquellos  artefactos  iban  a  costarle  la


           pérdida  del  solar‐.  Ocultará  el  descubrimiento ‐dijo

           Adams.

              ‐Naturalmente ‐asintió Brose con satisfacción‐. Hemos


           encargado a Frau Morgen, del Instituto de Investigación

           Psiquiátrica Aplicada de Berlín, un análisis confidencial


           del perfil psíquico de ese hombre, con toda clase de datos.

           Y  se  muestra  de  acuerdo  con  nuestros  propios

           psiquiatras. Sí, señores: él es un hombre de negocios... lo


           único que anhela es riqueza y poderío. ¿Qué le importan

           unos cuantos artefactos antiguos, por más que su valor

           sea  incalculable,  abandonados  por  una  expedición


           extraterrestre que aterrizó al sur de Utah hace seiscientos

           años?  Me  refiero  a  esos  cráneos  que  no  son  de  Homo

           Sapiens. En sus artículos Adams tendrá que insertar una




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