Page 77 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   77


           casi  al  terminar  las  labores  de  terraplenado  y  cuando

           vayan a comenzar las obras.


              Lindblom dijo:

              ‐¿Cuenta  usted  con  alguien  entre  los  obreros  de

           Runcible  que  pueda  señalar  su  presencia  en  caso


           necesario?  De  lo  contrario,  corremos  el  riesgo  de  que

           pasen desapercibidos.

              A  Adams  le  pareció  que  su  amigo  entendía


           perfectamente lo que se estaba tramando; alguien debió

           explicárselo  antes.  En  cambio,  él  estaba  desconcertado.

           Pero  decidió  seguir  el  juego  y  se  puso  a  examinar  con


           atención aquellos perfectos dibujos, que eran obra de un

           auténtico profesional.


              ‐Por supuesto ‐comentó Brose‐. Tenemos un ingeniero,

           que  se  llama  Robert... ‐intentó  recordar;  su  cerebro  de

           ochentón sufría un lapsus‐. Hig ‐dijo al fin‐, Bob Hig. Si


           nadie más los descubre, él lo hará. Conque manos a la

           obra,  Lindblom.  Eisenbludt  ya  ha  recibido  órdenes  de


           poner  a  su  disposición  todas  las  herramientas,  los

           estudios  y  la  ayuda  que  pueda  necesitar.  Pero  no  sabe

           para qué, y vamos a guardar este secreto entre el menor


           número de personas posibles, por toda la duración del

           proyecto.

              ‐Hig  los  encontrará ‐dijo  Lindblom‐  y  advertirá  a


           Runcible. Entre tanto... ‐miró a Adams‐ tú escribirás esa

           serie de artículos, para la revista de antes de la guerra

           Natural  World,  sobre  esos  extraordinarios  hallazgos




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