Page 92 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 92
los militares soviéticos. Pero el hecho de que tanto éste
como aquél supieran cuándo era momento de utilizar los
misiles (y los habrían utilizado) y cuándo era momento
de suspender las hostilidades... fue bien cierto; de lo
contrario, a no ser por su responsabilidad conjunta, la paz
no habría sido posible. Pero la colaboración de los dos
grandes jefes militares ocultaba algo más, algo que para
Adams era tan extraño como real y, en cierto sentido,
hondamente inquietante.
El Consejo de Reconstrucción de Ciudad de México‐
Amecameca, formado por robots, había contribuido a la
tarea de imponer la paz en el planeta. Y seguía siendo una
de las más altas instituciones como tribunal supremo de
justicia. El hombre había construido un arma capaz de
pensar por sí misma y, tras un tiempo de reflexión,
después de dos años de tremendas destrucciones, con los
robots enzarzados en titánica lucha, dos enormes ejércitos
artificiales de ambos continentes... en los que figuraban
los modelos más avanzados de robots, construidos
pensando en aprovechar sus cerebros analíticos para que
fuesen capaces de planear tácticas y una estrategia
definida... aquellos tipos más avanzados, los modelos X,
XI y XII, llegaron a la conclusión de que la mejor
estrategia era la misma que los fenicios ya habían
descubierto hacía cinco mil años. Se resumía, pensó
Adams, en El Mikado. Si el hecho de decir simplemente
que un hombre había sido ejecutado bastaba para dar
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