Page 322 - El largo viaje a un pequeño planeta iracundo - Becky Chambers
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Ashby  observó  a  Rosemary.  Tenía  los  brazos


          cruzados a la altura del pecho.



          —¿Estás bien? —preguntó.


          —Sí  —respondió,  meneando  la  cabeza—.  Su  boca


          es… —Se estremeció.



          —Tú lo has dicho —dijo Oso—. Cuando muerden, ya


          no  sueltan,  sobre  todo  si  están  cabreados.  Si  te

          enganchan  de  la  garganta  o  del  abdomen,  estás


          acabado. Y lo mastican todo cuando están en el frenesí


          de la crianza. Paredes, esquifes, desechos, cables de


          combustible, bombas de agua, lo que sea.


          —Por eso son un problema tan gordo cuando forman


          un enjambre —explicó Nib—. En su fase latente, se


          limitan a agruparse en los riscos. No salen a menos


          que  algo  se  acerque  demasiado  hasta  el  punto  de

          cabrearlos.  —Le  dedicó  una  mirada  iracunda  a


          Ember—.  Pero  cada  año  o  dos,  vuelan  en  masa,


          echando huevos por todas partes y masticando todo

          lo  que  pillan.  Solo  dura  un  par  de  días,  pero  si  no


          proteges tu propiedad, lo perderás todo. Eso es lo que


          les  pasó  a  los  primeros  colonos  de  aquí.  Llegaron


          durante  la  fase  latente  y  cuando  surgió  el  primer

          enjambre los cogió totalmente desprevenidos.



          Ashby empezó a preguntarse por qué los colonos se


          habían  molestado  en  reconstruir  aquello,  pero  ya


          sabía la respuesta. Para algunos humanos, la promesa

          de un pedazo de tierra valía cualquier esfuerzo. Era


          una forma de comportarse curiosamente predecible.






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