Page 64 - Limbo - Bernard Wolfe
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que no hay nada más... Dos sorprendentes hierbas
crecían en la isla de los mandunji; una llena de
helio emocional, la otra una auténtica
apisonadora emotiva. El cáñamo, agudizador de
los sentidos y abridor del apetito, difundidor de
un bienaventurado calor; y la rotabunga,
embotadora de las sensaciones y portadora del
coma. La una fermentadora, la otra balsámica.
Anulándose recíprocamente, regalo de dioses
ambivalentes. Eran la llave de todo el carácter
mandunji, los cuales, habiendo caído en un jardín
tan rico en una farmacopea natural, prohibían
rápidamente el ganja y hacían de la rota la bebida
oficial. Pero la naturaleza seguía sembrando sus
extremos no sólo entre las hierbas de cada jungla
sino también entre las criaturas de cada poblado.
Este era realmente el problema: toda arcilla
humana contenía dosis generosas de ganja y de
rota. Cada hombre era, por lo menos al principio,
un poco loco y un poco sonámbulo, tendiéndose
simultáneamente hacia Eros y hacia Thanatos,
hacia el agitado y hacia el vengativo. Regla: cada
partícula de protoplasma bulle de ambivalencia,
arde a la vez con anhelos de congelarse y de
estallar. Una colectividad puede decretar ilegales
todos los excitantes, enviarlos a la clandestinidad,
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