Page 102 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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ascendiendo pesadamente desde el sótano e
impregnándolo todo.
Joe trató de pensar con rapidez. Podía coger esa
cosa con la pala y llevarla fuera, enterrarla en la
nieve y olvidarse de ella; pero en su cabeza, una
pequeña voz le susurraba ideas muy diferentes. Esa
voz le decía que allí abajo tenía un trozo de carne
que, al menos a simple vista, había pasado años sin
agusanarse envuelta únicamente por una tela
negra. Si Pete Herron y sus vecinos no habían
tenido nada que ver (¿quién guardaría una
guarrada como aquella en el sótano de otra
persona, por el amor de Dios?), aquella cosa era casi
un milagro de la momificación, era el maldito
órgano incorrupto de algún santo que merecería ser
canonizado.
«Excepto que no se parece ni remotamente a ningún
órgano humano que haya visto jamás», se dijo.
Sin embargo, comprendía que la voz que susurraba
en su cabeza tenía razón. No debía desechar aquella
cosa tan rápidamente; no podía enterrarla sin más
en la nieve y orinar encima al día siguiente. No sin
averiguar un poco más.
El zumbido que bramaba en segundo plano y que
acompañaba a la voz en su mente, sin embargo,
murmuraba otro tipo de cosas, mucho más oscuras.
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