Page 140 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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«No, no. Habría podido intimidarle. No habría
entrado en casa».
«Uno o dos agujeros —dijo de nuevo la voz, ahora
más severa—. Y David no sería un cadáver estéril,
sino que estaría muerto boca abajo bañado en su
propia sangre. Y la sangre huele, y su olor te vuelve
loco. Como el Pozo, Joe».
Inesperadamente, como empujado por un súbito
arrebato que lo moviera a alejar las voces de su
cabeza, Joe apuntó la pistola hacia la pared,
apretando los dientes, y disparó. El gatillo estaba
tan duro como la primera vez, pero enervado como
estaba, lo apretó con tanta fuerza que la pistola
rechistó con un siseo vaporoso y expulsó tres clavos
a la vez. Se clavaron en la pared hasta desaparecer,
describiendo una suerte de línea irregular.
—Jesús —soltó, abriendo mucho los ojos.
La máquina traqueteó brevemente y quedó muda.
«Cadencia», pensó.
Vaya si funcionaba.
Joe esbozó un amago de sonrisa, pero a la luz de la
chimenea resultaba tan fría y artificial como una
pálida sombra de sí misma; y en sus ojos, un deje de
locura la acompañaba.
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