Page 210 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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«¡BASTA!».
Joe se sintió entonces desvalido y desconcertado.
Giraba y giraba, perdiendo la noción del espacio.
Las voces parecían agarrarlo e impedirle la
concentración. Ni siquiera sabía si estaba cabeza
arriba o cabeza abajo, lo que lo llevó a un nuevo
descubrimiento que abrió la puerta a una profunda
sensación de pánico. No podía verse. No conseguía
ver su cuerpo, ni sus manos, ni nada de todo lo
demás. Cuando intentaba girar la cabeza, obtenía
una nueva perspectiva de las cosas, y eso era todo.
«Están todos muertos —pensó—. Son fantasmas,
como yo. De eso va todo esto».
Joe se rindió a la pesadumbre. De repente se sintió
triste, muy triste. Solo, desamparado, confundido y
vacío. ¿Eso era lo que le esperaba a uno después de
la muerte? ¿Un vacío sobrenatural de una
insoportable falta de dimensión? ¿La conexión total
con un montón de formas enloquecidas, dementes,
que demostraban una falta notable de comprensión
de lo que les ocurría y vociferaban sus lastimeras
miserias? Y, sobre todo, ¿qué iba a pasar ahora, si es
que el concepto de tiempo existía en ese lugar,
dimensión, o lo que fuese? ¿Se suponía que debía
vagar allí por toda la eternidad? Flotando…
Flotando y nada más.
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