Page 348 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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escalera. Estaba de pie en el muelle de un puerto
pesquero; uno de madera, sustentado por troncos
gruesos atados con cuerdas. Era de noche, y a la
luna le quedaban aún unos días para que estuviese
llena. El olor a mar, a pescado y a madera húmeda
lo asaltó como un mazazo.
Joe se giró, perplejo, mirando alrededor. El muelle
discurría junto a un espigón de rocas, y a un lado se
alzaban unas cuantas construcciones antiguas. Las
farolas colgaban de unos toscos postes de madera e
iluminaban a duras penas la escena con unas
débiles llamas protegidas por un cristal. La
principal fuente de luz venía de lo que parecía ser
un faro emplazado sobre una atalaya de piedra.
Arrojaba una luz tan intensa, blancuzca y uniforme
que costaba trabajo imaginar qué tipo de energía lo
alimentaba. Había cajas y barriles amontonados por
todas partes, y el aire… El aire tenía una
transparencia y una frescura como Joe no había
conocido nunca. En el mar, junto al muelle, había
unos galeones de pequeño tamaño con el velamen
recogido sobre los largos mástiles. Se mecían entre
crujidos, como gaviotas cabalgando las olas suaves
que rompían contra el muelle.
Joe estaba impresionado. ¡Había «saltado» de
nuevo! Dónde y a qué época, no lo sabía. Estaba
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