Page 408 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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sonriendo y hace un movimiento con la cabeza
cuyo significado es inequívoco. Dice: sigue. Sigue,
Joe. Inténtalo.
Joe se gira para no mirar. No quiere verlo. Aprieta
los ojos y los dientes y de sus párpados cerrados
escapa un manantial de lágrimas que destiñen el
lodo de sus mejillas. Empieza a trepar, moviéndose
con rapidez. No sabe cuánto tardará lo que sabe
inevitable, pero ahora se encuentra inmerso en una
carrera contra reloj donde solo hay dos puestos:
«primero» y «muerto». Allen sigue gritando, y los
exabruptos que lanza lo animan a seguir. De
repente, Allen suelta una carcajada, pero Joe no
mira. No quiere, y no puede; sigue avanzando.
Toca algo con la cabeza y da un respingo y un
pequeño grito, pero cuando mira, sudoroso y
dolorido, con los músculos a punto de rendirse,
descubre que es la plataforma.
Se encarama como puede; en su espalda despierta
un océano de dolor. La superficie es pegajosa y hay
como una membrana roja allí donde el tubo se
inserta en la estructura. Despide un olor malsano a
putrefacción húmeda y cálida, pero Joe no se
detiene; consigue encaramarse y tiene tiempo para
echar una mirada hacia atrás. Entonces ve al
archidemonio flotando a pocos centímetros de
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