Page 410 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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poco y eso parece aliviar el sufrimiento. Joe se ve


            obligado  a  avanzar  más  despacio,  pero  eso,


            paradójicamente, le salva la vida.



            El archidemonio se eleva, colérico y terrible, hasta


            superar la plataforma, pero se enfrenta a un mar de


            huevos‐bolsa que forman un intrincado paisaje. Joe


            corre  entre  ellas,  acercándose  a  su  objetivo  y,



            agachado  como  está,  pasa  desapercibido.  Hay


            muchas  cosas  que  llaman  la  atención  de  la


            superentidad, de todas maneras: las luces brillantes


            que  vuelan  por  todas  partes  como  pájaros


            escapados de una jaula y la tormenta de sombras


            que intentan, sin mucho éxito, darles caza. Eso lo


            distrae.




            Joe sigue avanzando. Piensa en Allen y su sacrificio,


            piensa  en  el  abuelo  Cerón  y  en  aquellas  almas


            encerradas en bolsas repulsivas, en los Pete y Betsy


            originales que nunca conoció, y también en David


            Wright y la mujer del camisón. Y piensa en toda la


            gente  que  no  conoce  y  que  pasará  penurias


            espantosas  si  aquellos  seres  consiguen  su



            propósito. Pensar en todos ellos le da fuerzas, así


            que ignora las punzadas y avanza todavía veinte


            metros  más  hacia  la  catedral  de  hueso.  Luego  se


            derrumba.










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