Page 405 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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bolsas huevo. Hay unos tubos gruesos, de aspecto


            venoso,  que  comunican  las  dos  plataformas.  La


            estructura  es  alargada  y  asciende  suavemente


            cuando  toca  una  de  las  columnas  de  carne,


            dejándolo  en  una  posición  privilegiada  para


            disparar.



            —¿Estás seguro? —pregunta Allen.




            —No.



            Allen asiente mientras exhibe lo que pretende ser


            una sonrisa, pero no puede evitar dejar entrever su


            aflicción. Aun así, se ponen en marcha. Se mueven


            con sigilo, no obstante, para no atraer la atención



            del archidemonio.



            El tubo, cuando lo tienen delante, es más grande de


            lo  que  parece,  y  más  nauseabundo  también.  Es


            como un gigantesco cordón umbilical de un tono


            amoratado.  Se  mueve,  además,  como  si  por  su


            interior circulara alguna suerte de líquido. A Joe le


            preocupa  su  aspecto  húmedo  y  resbaladizo:  si



            quieren  cruzar  por  él,  tendrán  que  sentarse  a


            horcajadas y ayudarse con piernas y brazos.



            Allen quiere ir primero. Le preocupa que el tubo no


            aguante el peso o que sea imposible agarrarse a él.


            La  caída,  por  supuesto,  es  mortal  por  definición:


            allá abajo espera el abismo de todos los abismos.


            Pero Joe se adelanta. Se agacha y pone una mano



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