Page 305 - El Jugador - Iain M. Banks
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debía guiarse por ellas la anchura de sus cuerpos tenía

            que ser prácticamente igual a su altura. Las mujeres iban


            de un lado a otro envueltas en el susurro de la tela y los

            destellos de las joyas, y emitían vaharadas de perfumes

            fortísimos. Muchas de las personas junto a las que pasó le


            miraron  de  soslayo,  le  observaron  sin  demasiado

            disimulo  o  llegaron  a  quedarse  inmóviles  para

            contemplar  a  Gurgeh  y  la  chisporroteante  y  ruidosa


            unidad que flotaba a su lado.

                  Machos  con  uniformes  aún  más  extravagantes  que

            ninguno  de  los  que  Gurgeh  había  visto  hasta  entonces

            permanecían  inmóviles  cada  pocos  metros  junto  a  las


            paredes y montaban guardia a ambos lados de las puertas

            con  las  piernas  ligeramente  separadas,  las  manos

            enguantadas  ocultas  detrás  de  una  espalda  tan  rígida

            como un palo y los ojos clavados en las lejanas pinturas


            que adornaban el techo.

                  ‐‐¿Por qué están ahí? ‐‐murmuró Gurgeh en eáquico

            volviéndose hacia la unidad.


                  Habló  en  un  tono  de  voz  lo  bastante  bajo  para  que

            Pequil no pudiera oírle.

                  ‐‐Son una prueba ‐‐dijo la máquina.


                  Gurgeh intentó entenderlo.

                  ‐‐¿Una prueba?






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