Page 362 - El Jugador - Iain M. Banks
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estado contemplando la disposición de las piezas y los
territorios con una expresión que Gurgeh estuvo seguro
habría podido reconocer y describir con la palabra
«atónita» aunque no le hubieran dado lecciones sobre el
lenguaje facial azadiano, y salió de la estancia sin las
bromas habituales que acompañaban el final de una
partida. Los otros jugadores apenas dijeron nada o se
mostraron embarazosamente efusivos y le felicitaron por
lo bien que había jugado.
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Gurgeh se encontró convertido en el centro de una
multitud que parecía haber surgido de la nada compuesta
por los miembros del club, unos cuantos periodistas,
otros jugadores y algunos invitados que habían
observado el desarrollo de la partida. Contempló en
silencio a aquellos ápices que no paraban de hablar y tuvo
la sensación de estar separado de ellos por una distancia
inconmensurable. La multitud que se agolpaba a su
alrededor ‐‐y que seguía haciendo cuanto podía para no
tocarle‐‐ era real, pero su mismo número hacía que toda
la escena cobrara una apariencia irreal. Un diluvio de
preguntas cayó sobre él, pero Gurgeh no pudo responder
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