Page 676 - El Jugador - Iain M. Banks
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ellos. Era como una canción, una danza o un poema
perfecto. El salón estaba abarrotado cada día y los
espectadores contemplaban fascinados aquella creación
fabulosamente compleja e incomprensible que iba
tomando forma ante ellos. Todos intentaban leer aquel
poema, ver lo que se ocultaba en las profundidades de
aquella imagen en continuo movimiento, escuchar las
notas de la sinfonía, acariciar la escultura viviente... y,
gracias a ello, comprenderla.
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«Sigue y sigue hasta que termina», pensó Gurgeh de
repente. La banalidad de aquel pensamiento le
sorprendió y, al mismo tiempo, se dio cuenta de que todo
había terminado. El clímax estaba delante de sus ojos. La
creación y la destrucción de la obra de arte se habían
unido, y ya no se le podía añadir nada. Aún no había
terminado, pero...
«Es el fin. Se acabó.» Sintió una tristeza terrible que se
adueñó de él como si fuese una pieza del juego y le hizo
tambalearse con tal violencia que estuvo a punto de caer
sobre el tablero. Tuvo que volver a su taburete elevado y
se instaló en él moviéndose tan cautelosamente como un
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