Page 127 - La Nave - Tomas Salvador
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Yo callo y observo. No sé en qué condiciones
vivirán los wit; pero sí sé que las nuestras no son
envidiables. Muy posiblemente, en los tiempos
anteriores al Día de la Ira, pertenecer a la clase
superior podía tener sus ventajas, por acceso a los
libros, a las salas proyectoras, a los divertimientos
automáticos y alimentos escogidos; pero la
destrucción de todos los libros, cámaras de
televisión, observatorios, comunicadores,
fermentos y cultivos especiales, luces y juegos,
redujo el nivel de vida a sus límites esenciales, los
mismos que tenemos ahora, cuando únicamente
tenemos el Ajedrez, algunos juegos infantiles y los
alimentos básicos. Por no tener, no tenemos espacio.
Discurriendo en los últimos días por la Nave he
comprobado la enorme desproporciónentre el que
ocupamos y el que permanece inhabitalbe. Huimos
de las tinieblas y por tal causa vivimos hacinados,
las muchachas en los beguinet, los jóvenes en los
celibatorios llamados mayores; las parejas, cuatro
en cámaras de una, y los restantes en diversos
apartamentos estrechos como cámaras
descompresivas. ¿Y esto es lo es lo que nos envidian
los wit?
Como nunca he bajado a las cuevas, ni hay noticias
de que ninguno de nosotros lo haya hecho —con
excepción de Abul, el cortador—, no puedo anotar
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