Page 131 - La Nave - Tomas Salvador
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estaban al servicio del hombre, que el humano
puede controlar el tiempo y fabricar utensilios y
libros. El que haya perdido esa facultad no quiere
decir que no esté latente, en alguna parte,
esperando la armonía de esfuerzos que caracteriza
toda creación. Es justo mi orgullo. Sé que los libros
eran la suma de unos conocimientos, y que
empezaron siendo de papel, luego,
microfotografías, y más tarde, cilindros
fonovisados, con una máquina clave para grabarlos.
La Nave los tenía de las tres clases, y todos ellos —
excepto el Libro— fueron destruidos el Día de la Ira.
Y sé que de la misma forma el tiempo fue
destruido subjetivamente al destruirse los aparatos
con que el hombre lo controlaba. Lo dice el cronista:
los relojes, díales, audiómetros, termómetros, calendarios,
cerebros contadores, esferas y, en general, todos los
servomecanismos destinados a calcular tiempos,
distancias, gravedades, atmósferas, intensidades
lumínicas o resumir cálculos complicados, fueron
destruidos, machacados, arrancados los relais, los
contactos, las conexiones, y arrojados a los estanques.
Dudo que la destrucción fuera total. Algún
aparato, algún reloj, algún libro debió de quedar
intacto o medio inservible. Pero después del Día de
la Ira se sucedieron seiscientos años de abandono y
desesperanza, de verdadera y real renuncia a ellos,
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